No hacemos otra cosa que esperar a lo inevitable, que, por suerte, no es un no-deal, sino una prórroga pedida por Boris Johnson, aun a pesar de no quererla y con el escenario de elecciones como el más probable, de aquí al 31 de enero. Hace falta una respuesta formal por parte de los socios europeos, y además unánime, lo que hace buena la excusa de que tarden más tiempo del que querría el PM de cara a lanzar el próximo reto, sin temor a que sea fallido, como lo han sido todos ellos. Y, si añadimos los de Theresa May, nos encontramos en un proceso de 3 años en el que todos reconocemos que Cameron la “lio parda”, al fin y al cabo para estar en un punto donde todos se entienden mucho menos de lo que llegaron a imaginarse antes de todo esto. Como decía, para no perder el hilo, se necesita la respuesta unánime de la Unión Europea, pero aquí también hay diferencias, independientemente de que todos estén convencidos de lo negativo del proceso. Y cada uno aprovecha para sacar más o menos pecho, en función de sus intereses. Macron se pone duro y no deseaba una prórroga, como el que se lanza un órdago sabiendo que tiene el control de la situación, aunque no parece haber otra posibilidad, y es quizás la menos mala más allá de esa en la que se vuelva a votar y los ganadores tengan otra percepción del problema, básicamente que sean de los europeístas. Mientras, Merkel era más comprensiva respecto a ese 31 de enero de 2020 como nueva fecha. Y en esas estamos, con algún headline ayer que decía que la decisión de la EU podría resultar el viernes, mañana.
Iván Sáez Fuertes | Associate Partner en EY | PAS – People Advisory Services